LA PACIENCIA DE GRISELDA - Godofredo chaucer

El resumen del cuento la paciencia de Griselda: Hubo una vez un marqués de grandes prendas, pero entregado en cuerpo y alma a los placeres, a quien sus vasallos suplicaron que se casara lo antes posible a fin de que pudiese tener un heredero cuando muriera. Se llamaba Gualterio y rea señor del noble país de Saluces, en Italia.

 No lejos de su palacio había una aldea por la cual pasaba el hidalgo siempre que salía de caza. Entre los pobres aldeanos se contaba un hombre llamado Janícula, que tenía una hija de quien se decía que era “la más bella bajo el sol”. Respondía el nombre de Griselda y era tan obediente y trabajadora como hermosa. El marqués se admiraba de su belleza y, teniendo en cuenta los deseos sus vasallos, decidió convertirlo en su esposa.
Señalo incluso el día de la boda, pero llego la fiesta de esta sin que nadie conociera a la novia.
Se llevaron a cabo todos los preparativos para la ceremonia de las bodas; se confeccionaron vestidos suntuosos, se eligieron preciosas joyas para engalanar a la que sería nueva señora del marquesado y se repartieron numerosas invitaciones para la fiesta. Por fin, salió del palacio el cortejo, al frente del cual iba el marqués, y se dirigió en busca de la novia.

El noble condujo la comitiva a la aldea y vio, al llegar a ella, que “Griselda” estaba atareada en los quehaceres domésticos. En el preciso momento en que se disponía a sacar agua del pozo el marqués se detuvo ante la puerta; la llamo por su nombre (lo que casi la hizo desmayarse) y le pregunto dónde estaba su padre. Griselda contesto que se hallaba en el interior de la casa y corrió a avisarle.
Después de conferenciar unos instantes con el aldeano, el marques propuso a Griselda que fuera su mujer pero con la condición de obedecerla en todo. La joven repuso que no creía digna de tan alto honor, aunque si él lo deseaba estaba pronta  a obedecerle.
El señor la tomo de la mano, y sacándola de su humilde cabaña, dijo a sus vasallos:
- Ved aquí a mi esposa; honradla y amadla como me amáis a mí.

Pusieron inmediatamente a Griselda ricos vestidos, con los que apareció más hermosa que nunca, el marqués hizo que montara el magnífico corcel que llevaba para ella y la comitiva se encamino al palacio, donde se celebró la boda y el banquete. Gualterio y su mujer vivieron felices durante algún tiempo. Griselda supo captarse la simpatía de cuantos la conocieron en el marquesado y fuera de él. Llego el momento en que Gualterio quiso probar su obediencia. El matrimonio había tenido una linda niña. Un día anuncio el marqués  su esposa que sus vasallos estaban muy disgustados por culpa de ella, pues no había tenido hijo varón, y que debía ser separada de su criatura. Griselda obedeció a la imposición del marqués, convencida de que no volvería a  ver a la niña. Después, cuando Dios les concedió un hijo, tuvo que consentir también en separarse de él.
Poco más tarde lo hecho en cara su humilde origen (a pesar de que su conducta era intachable y hubiera podido enorgullecerse de ella cualquier persona destinada a ocupar una posición brillante en el mundo) y le dijo que debía regresar a la casa de su padre para que ocupase su lugar otra mujer con quien pensaba casarse. Griselda se sometió a esto como se había sometido a todo lo demás.
La crueldad del marques indigno a los vasallos, que amaban de veras a su señora; pero cuando la nueva esposa llego a Bolonia con su hermano y comprobaron que era más joven y hermosa que Griselda, creyeron que su señor había obrado acertadamente. La obediencia de Griselda sufriría pruebas más duras aun, porque el marqués le ordeno, con el pretexto de que solo ella sabía cómo se practicaban aquellas ceremonias, que fuese a recibir a los recién llegados. Vestida con traje de aldeana, Griselda fue al palacio a cumplir la orden de su esposo. Todos los invitados se preguntaban quién sería aquella humilde y bella dama que se hallaba tan al corriente de los honores y reverencias. Finalmente cuando la fiesta estaba en su apogeo, el marques llamo a Griselda y le pregunto en tono de broma que le parecía su nueva mujer.
-Muy bien, señor-contesto Griselda -. Rezare a dios para que le conceda todo género de mercedes y prosperidades.
El corazón de Gualterio se conmovió al convencerse de que la paciencia de su esposa no tenía límites.
-¡ya basta, Griselda mía!-exclamo-. No temas nada. Ahora veo, amada, tu obediencia y tu firmeza.
La abrazo estrechamente y procuro consolarla de sus anteriores penas. La informa asimismo, de que la nueva esposa a quien había ido a recibir era su propia hija, y que el joven que le acompañaba era su hijo. Los había enviado a Bolonia, donde se habían educado en el mayor secreto. Griselda se puso su mejor traje y sus joyas más lujosas y hubo ene l palacio gran número de fiestas. La felicidad reino como única soberana durante el resto de sus vidas.
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