CUENTO
Miki
era un chico alegre, optimista y simpático. Nadie recordaba haberle visto
enfadar, y daba igual lo que le dijeran, parecía incapaz de insultar a nadie.
Hasta sus maestros se admiraban de su buena disposición para todo, y era tan
extraño que incluso se corrió el rumor de que era debido a un secreto especial;
y bastó que fuera secreto para que nadie pensara en otra cosa. Tanto
preguntaban al pobre Miki, que una tarde invitó a merendar a don José Antonio,
su profesor favorito. Al terminar, le animó a ver su habitación, y al abrir la
puerta, el maestro quedó como paralizado, al tiempo que una gran sonrisa se
dibujaba en su rostro.
¡La
enorme pared del fondo era un único collage de miles de colores y formas que
inundaba toda la habitación!. Era el decorado más bonito que había visto nunca.
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Algunos en el Cole creen que yo nunca pienso mal de nadie -comenzó a explicar
Miki-, ni que nada me molesta o que nunca quiera insultar a nadie, pero es
mentira. A mí me pasa como a todo el mundo. Y antes me enfadaba mucho más que
ningún niño. Sin embargo, hace años con ayuda de mis padres comencé un pequeño
collage especial: en él podía utilizar todo tipo de materiales y colores,
siempre que con cada pequeña pieza pudiera añadir algún mal pensamiento o
acción que hubiera sabido contener.
Era
verdad. El maestro se acercó y en cada una de las pequeñas piezas se podía leer
en letras finísimas "tonto", "bruto", "pesado",
"aburrido" y otras mil cosas negativas.
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Así que comencé a convertir todos mis malos momentos en una oportunidad de
ampliar mi collage. Ahora estoy tan entusiasmado con él, que cada vez que
alguien me provoca un enfado no dejo de alegrarme por tener una nueva pieza
para mi dibujo.
De
muchas cosas más hablaron aquel día, pero lo que el buen maestro no olvidó
nunca fue cómo un simple niño le había mostrado que el secreto de un carácter
alegre y optimista está en convertir los malos momentos en una oportunidad de
sonreír. Sin decírselo a nadie, aquel mismo día comenzó su propio collage, y
tanto recomendó aquel secreto a sus alumnos, que años después llamaron a aquel
barrio de la ciudad, "El barrio de los artistas" porque cada casa
contenía las magníficas obras de arte de aquellos niños optimistas.
AUTOR: Rosmel Torre
Medina