CUENTO)
"¿A
dónde iré a parar?" pensó el soldadito. "El culpable de esto es el
duende malo. Claro que no me importaría si estuviera conmigo la hermosa
bailarina."
En
ese momento, apareció una rata enorme.
-¡Alto
ahí! -gritó con voz chillona-. Págame el peaje.
Pero
el soldadito de plomo no podía hacer nada para detenerse. El barco de papel
siguió navegando por la alcantarilla hasta que llegó al canal. Pero, ya estaba
tan mojado que no pudo seguir a flote y empezó a naufragar. Por fin, el papel
se deshizo completamente y el erguido soldadito de plomo se hundió en el agua.
Justo antes de llegar al fondo, un pez gordo se lo tragó.
-¡Qué
oscuro está aquí dentro! -dijo el soldadito de plomo-. ¡Mucho más oscuro que en
la caja de juguetes!
El
pez, con el soldadito en el estómago, nadó por todo el canal hasta llegar al
mar. El soldadito de plomo extrañaba la habitación de los niños, los juguetes,
el castillo de cartón y extrañaba sobre todo a la hermosa bailarina.
"Creo
que no los volveré a ver nunca más", suspiró con tristeza. El soldadito de
plomo no tenía la menor idea de dónde se hallaba. Sin embargo, la suerte quiso
que unos pescadores pasaran por allí y atraparan al pez con su red.
El
barco de pesca regresó a la ciudad con su cargamento. Al poco tiempo, el
pescado fresco ya estaba en el mercado; justo donde hacía las compras la criada
de la casa del niño. Después de mirar la selección de pescados, se decidió por
el más grande: el que tenía al soldadito de plomo adentro.
La
criada regresó a la casa y le entregó el pescado a la cocinera.
-¡Qué
buen pescado! -exclamó la cocinera.
Enseguida,
tomó un cuchillo y se dispuso a preparar el pescado para meterlo al horno.
-Aquí
hay algo duro -murmuró. Luego, llena de sorpresa, sacó al soldadito de plomo.
La
criada lo reconoció de inmediato.
-¡Es
el soldadito que se le cayó al niño por la ventana! -exclamó.
El
niño se puso muy feliz cuando supo que su soldadito de plomo había aparecido.
El soldadito, por su parte, estaba un poco aturdido. Había pasado tanto tiempo
en la oscuridad. Finalmente, se dio cuenta de que estaba de nuevo en casa. En
la mesa vio los mismos juguetes de siempre, y también el castillo con el lago
de espejos. Al frente estaba la bailarina, apoyada en una pierna. Habría
llorado de la emoción si hubiera tenido lágrimas, pero se limitó a mirarla.
Ella lo miraba también.
De
repente, el hermano del niño agarró al soldadito de plomo diciendo:
-Este
soldado no sirve para nada. Sólo tiene una pierna. Además, apesta a pescado.
Todos
vieron aterrados cómo el muchacho arrojaba al soldadito de plomo al fuego de la
chimenea. El soldadito cayó de pie en medio de las llamas. Los colores de su
uniforme desvanecían a medida que se derretía. De pronto, una ráfaga de viento
arrancó a la bailarina de la entrada del castillo y la llevó como a un ave de
papel hasta el fuego, junto al soldadito de plomo. Una llamarada la consumió en
un segundo.
A
la mañana siguiente, la criada fue a limpiar la chimenea. En medio de las
cenizas encontró un pedazo de plomo en forma de corazón. Al lado, negra como el
carbón, estaba la lentejuela de la bailarina.
FIN