CUENTO - EL TORITO DE LA PIEL BRILLANTE
Este era un matrimonio joven. El hombre tenía una vaquita, la alimentaba
dándole toda clase de comidas; no se cruzó con macho alguno. Un día apareció
preñada. Y parió un becerrito de color marfil, de piel brillante. Apenas cayó
al suelo mugió enérgicamente. El becerro aprendió a seguir a su dueño; como
unperro iba tras él por todas partes. El becerro olvidaba a su madre; solo
iba donde ella para mamar.
Cierto día, el hombre fue a la orilla de un lago a cortar leña. El
becerro lo acompañó.
El hombre se puso a recoger leña hizo una carga y luego se dirigió a su
casa. No se acordó de llamar al torito. Este se quedó en la orilla del lago
comiendo la totora. Salió un toro negro, viejo y alto, del fondo del agua.
Estaba encantado, era el demonio que Tomaba esa figura.
“Ahora mismo tienes que luchar conmigo. Tenemos que saber cual de los
dos tiene mas poder. Si tú me vences, te salvaras, si te venzo yo, te
arrastraré al fondo del lago”. “Hoy mismo no -contestó el torito-. Espera
que pida licencia a mi dueño; que me despida de él. Mañana lucharemos vendré
al amanecer.
“Bien dijo el toro viejo. Si no iré a buscarte en una litera de fuego, y
te arrastraré, a ti y a tu dueño”. Así fue como se concertó la apuesta,
solemnemente. El dueño salió de la casa a buscarlo por el camino del
lago. Lo encontró en la montaña.
-“¿Qué es lo que ha ocurrido? Me he encontrado con el
Poderoso, con mi gran Señor. Mañana tengo que ir a luchar con él. Mis fuerzas
no pueden alcanzar a sus fuerzas. Hoy él tiene un gran aliento ¡Ya no Volveré!
Me ha de hundir en el lago” -dijo el torito.
Al oír esto el hombre lloró. Y cuando llegaron a la casa, lloraron
ambos, el hombre y la mujer. Y así, muy al amanecer, cuando aún
quedaban sombras, cuando aún no había luz de la aurora, se levantó el
torito, y se dirigió hacia la puerta de la casa de sus dueños, y les
habló así:-“Ya me voy. Quedaos, pues, juntos”.
- “¡No, no! ¡No te vayas! - Le contestaron llorando - Aunque venga tu
señor, tu encanto, nosotros le destrozaremos los cuernos”. -“No podréis” -
contestó el torito.
El hombre corrió, le dio el alcance y se colgó de su cuello I lo abrazó
fuertemente. – “¡No puedo, quedarme!” le decía el torito. – “¡Iremos
juntos!” -“No mi dueño. Sería peor, ¡me vencería! Quizá yo solo, de algún
modo pueda salvarme”.
En ese instante el sol salía, ascendía en el cielo. “Entonces ya no hay
nada que hacer” - dijo el hombre; y se quedó en el camino. El
torito se marchó. El dueño subió el cerro y llegó a la cumbre, miró el
lago. El torito llegó a la ribera; empezó a mugir poderosamente. Y el
agua del lago empezó a moverse; hasta que salió de su fondo un toro, grande
y alto como las rocas.
Escarbando la tierra, aventando polvo, se acercó hacia el
torito blanco. Se encontraron y empezó la lucha. Era el mediodía y seguían
peleando. El torito luchaba; su cuerpo blanco se agitaba en
la playa. Pero el toro negro lo empujaba hacia el agua. Y arrojó al fondo; el
toro negro, dio un salto y se hundió tras de su adversario.
El hombre lloró a gritos; descendió la montaña; entró a su casa. La
mujer lloraba sin consuelo. Hombre y mujer criaron a la vaca, madre del
becerrito, amándola mucho, con la esperanza que de que pariera un torito igual.
Pero transcurrieron los años y la vaca permaneció estéril. Los dueños pasaron
su vida en la tristeza y el llanto.
Autor: José María Arguedas