Erase
una vez una tarde, se fue Ricitos de Oro al bosque y se puso a coger flores.
Cerca de allí, había una cabaña muy bonita, y como Ricitos de Oro era una niña
muy curiosa, se acercó paso a paso hasta la puerta de la casita. Y empujo.
La
puerta estaba abierta. Y vio una mesa.
Encima
de la mesa había tres tazones con leche y miel. Uno, era grande; otro, mediano;
y otro, pequeño. Ricitos de Oro tenía hambre, y probó la leche del tazón mayor.
¡Uf! ¡Está muy caliente!
Luego,
probo del tazón mediano. ¡Uf! ¡Está muy caliente! Después, probo del tazón
pequeñito, y le supo tan rica que se la tomo toda, toda.
Había
también en la casita tres sillas azules: una silla era grande, otra silla era
mediana, y otra silla era pequeñita. Ricitos de Oro fue a sentarse en la silla
grande, pero esta era muy alta. Luego, fue a sentarse en la silla mediana. Pero
era muy ancha. Entonces, se sentó en la silla pequeña, pero se dejó caer con
tanta fuerza, que la rompió.
Entro
en un cuarto que tenía tres camas. Una, era grande; otra, era mediana; y otra,
pequeña.
La
niña se acostó en la cama grande, pero la encontró muy dura. Luego, se acostó
en la cama mediana, pero también le pereció dura.
Después,
se acostó, en la cama pequeña. Y esta la encontró tan de su gusto, que Ricitos
de Oro se quedó dormida.
Estando
dormida Ricitos de Oro, llegaron los dueños de la casita, que era una familia
de Osos, y venían de dar su diario paseo por el bosque mientras se enfriaba la
leche. Uno de los Osos era muy grande, y usaba sombrero, porque era el padre.
Otro, era mediano y usaba cofia, porque era la madre. El otro, era un Osito
pequeño y usaba gorrito: un gorrito muy pequeño.
El
Oso grande, grito muy fuerte: -¡Alguien ha probado mi leche! El Oso mediano,
gruño un poco menos fuerte: -¡Alguien ha probado mi leche! El Osito pequeño
dijo llorando con voz suave: se han tomado toda mi leche!
Los
tres Osos se miraron unos a otros y no sabían que pensar.
Pero
el Osito pequeño lloraba tanto, que su papa quiso distraerle. Para conseguirlo,
le dijo que no hiciera caso, porque ahora iban a sentarse en las tres sillas de
color azul que tenían, una para cada uno.
Se
levantaron de la mesa, y fueron a la salita donde estaban las sillas.
¿Que
ocurrió entonces?
El
Oso grande grito muy fuerte: -¡Alguien ha tocado mi silla! El Oso mediano gruño
un poco menos fuerte... -¡Alguien ha tocado mi silla! El Osito pequeño dijo
llorando con voz suave: se han sentado en mi silla y la han roto!
Siguieron
buscando por la casa, y entraron en el cuarto de dormir. El Oso grande dijo:
-¡Alguien se ha acostado en mi cama! El Oso mediano dijo: -¡Alguien se ha
acostado en mi cama!
Al
mirar la cama pequeñita, vieron en ella a Ricitos de Oro, y el Osito pequeño
dijo:
-¡Alguien
está durmiendo en mi cama!
Se
despertó entonces la niña, y al ver a los tres Osos tan enfadados, se asustó
tanto, que dio un salto y salió de la cama.
Como
estaba abierta una ventana de la casita, salto’ por ella Ricitos de Oro, y
corrió sin parar por el bosque hasta que encontró el camino de su casa.
Fin