RESUMEN:
Desde
su llegada de Tarma, Esteban se había quedado impresionado por el bullicio y la
cantidad de gente en la capital. A sus cortos diez años, Lima le parecía una
bestia de un millón de cabezas dispuesta a devorar a quien no conocía.
Hacía
muy poco que había venido con su madre y la nueva pareja de ésta a quien
llamaba "Tío". Él pensó que llegaría para alojarse en Miraflores, San
Isidro, El Callao o la Victoria, que conocía por referencia. Sin embargo,
llegaron al pie de un cerro llamado El Agustino, donde en todo lo alto, casi en
la cumbre, su tío había levantado una choza. Desde ese instante, Esteban lo
conocería como el barrio de Junto Al Cielo.
Curioso
como todo niño de su edad, Esteban bajó de su choza y tomó la carretera, Sin
saber cómo llegó hasta el Mercado Mayorista, donde se encontró un billete de
diez soles tirado en el suelo; lo recogió y prosiguió su camino, jamás había
tenido un billete así. Su recorrido lo interrumpió para mirar el juego de otros
niños entre los que estaba Pedro, quien pronto se hizo su amigo, Pedro le dijo
que no tenía casa y que dormía en el interior del mercado, donde lo cogiera la
noche. Esteban le comentó su hallazgo y Pedro lo convenció para hacer
"Crecer" ese dinero vendiendo revistas. Juntos irían a comprar la
mercadería. Cada revista costaba un sol y se vendería a sol cincuenta; los
cinco soles se repartirían solidariamente después de la venta.
Convinieron
en reunirse después de una hora, sin que Esteban dijera nada a su madre ni a su
tío sobre el hallazgo y el futuro negocio. Luego de almorzar en casa, Esteban
bajó para encontrarse con Pedro. Tomaron el tranvía y se dirigieron a la Plaza
San Martín. Compraron las revistas y se ubicaron en un muro donde las extendieron
para su venta, las cuales fueron saliendo ante la alegría de Esteban.
Cuando
faltaba vender una, Pedro dijo que no había almorzado y tenía hambre. Sacó un
sol de su "ganancia" y le pidió a su amigo que fuera a comprarle pan
con jamón a una bodega. Esteban aceptó, pero cuando fue a pagar lo pedido, le
dijeron que no alcanzaba, por lo que decidió llevar sólo galletas. Al volver,
ya no estaba Pedro ni la última revista que quedaba.
El
niño pensó que se había equivocado de camino, pero no, allí seguían los
jardines y los muros donde había dejado a Pedro. Esperó una, dos, tres horas
hasta que anocheció. Mil conjeturas llenaron su pensamiento, desde que Pedro
había sido devorado por la bestia de un millón de cabezas o que era parte de
ella. Conteniendo el llanto, mordisqueó una galleta y se dispuso a tomar el
tranvía que lo dejaría cerca del cerro al que tendría que escalar para llegar
Junto Al Cielo.