RESUMEN:
Argumento
del libro "La Agonia de Rasu Ñiti"
“La
agonía de Rasu Ñiti “es una escena de ballet, con la danza del bailarín de la
altura (Dansak: bailarín): “Rasu Ñiti, que aplasta la nieve), con el cuadro
mágico de los concurrentes a este baile final, donde el oficiante, el dansak
“Rasu Ñiti”, esta envuelto en las ricas vestimentas que lo particularizan: el
tapavala adornado con hilos de oro; la montera; sobre cuyas inmensas faldas,
entre cintas labradas; brillan espejos en formas de estrellas; sombrero; del
cual caía una rama de cintas de varios colores; pantalones de terciopelo y
zapatillas.
La
música que acompaña al dansak “Rasu Ñiti” se siente en variadas tonalidades, y
es interpretada por “Lurucha”, el arpista, y por don Pascual, el violinista.
“Rasu Ñiti” estaba tendido en el suelo de su habitación, sobre una cama de
pellejos. Por la única ventana, cerca del mojinete entraba la luz del sol que
daba sobre un cuero de vaca que colgaba de unos de los maderos del techo y, la
sombra producida, caía a un lado de la cama del bailarín.
A
pesar del oscuro del ambiente, era posible distinguir las ollas, los sacos de
papas, los copos de lana, y aun los cuyes cuando salían algo espantados de sus
huecos u exploraban en el silencio. Cuando sintió que era ya el momento, se
levanto y pudo llegar hasta la petaca de cuero e que guardaba su traje de
dansak y sus tijeras de acero. Se puso el guante en la mano derecha y empezó a
tocar las tijeras.
La
mujer del bailarín y sus dos hijas que desgranaban maíz en el corredor,
corrieron a la puerta de la habitación cuando oyeran las tijeras que sonaban
mas vivamente. Encontraron a “Rasu Ñiti” que se estaba poniendo la chaqueta
ornada de espejos. El bailarín pidió a su mujer que llamaran al “larucha” y a
don Pascual, porque ya el corazón le había avisado que había llegado el momento
en que el tenia que recibir al Wamani (Dios montaña que se presenta en figura
de cóndor).
“Rasu
Ñiti” sentía que el Wamani le estaba hablando directamente al pecho; pero su
mujer no podía oírlo. La mujer se inclino ante el dansak y le abrazo los pies.
Estaba ya vestido con todas sus insignias, un pañuelo blanco le cubría parte de
la frente.
La
seda azul de su chaqueta, los espejos, la tela roja de los pantalones ardía
bajo el angosto rayo del sol que fulguraba en la sombra del tugurio que era la
casa del indio Huancayre, el gran dansak “Rasu Ñiti”, cuya presencia se
esperaba, casi se temía y era luz de la fiestas de centenares de pueblos.
Cuando
el bailarín interrogo a su mujer sobre si veía al Wamani sobre su cabeza, esta
le contesto que si, que era de color gris y que la mancha blanca de su espalda
estaba ardiendo.
El
tumulto de la gente que venia a la casa del bailarín se oía ya muy cerca.
Cuando las hijas del danzarín, que habían ido a llamar al “lurucha” y a don
Pascual, regresaron, Pedro Huancayre el gran dansak “Rasu Ñiti” , ya tenia el
pañuelo rojo en la mano izquierda. Su rostro enmarcado por el pañuelo blanco,
casi salido del cuerpo, resaltaba por que todo el traje de color y luces y la
gran montera lo rodeaban , se diluían para alumbrarlo,; su rostro cetrino casi
no tenia expresión.
Solo
sus ojos aparecían hundidos como en un mundo, entre los colores del traje y la
rigidez de los músculos. “Rasu Ñiti” empezó a tocar las tijeras. Cuando llego
Lurucha, el arpista del dansak, tocando, ya la fina luz del acero era profunda;
le seguía don Pascual, el violinista. El Lurucha, que comandaba siempre el dúo,
hacia estallar con su uña de acero las cuerdas de alambre y las de tripa.
Tras
de los músicos marchaba un joven: “Atok Sayku”, el discípulo de “Rasu Ñiti”.
También se había vestido; pero no tocaba las tijeras. “Rasu Ñiti” vivía en un
caserío no más de veinte familias. Los pueblos grandes estaban a pocas leguas.
Tras de los músicos venia un pequeño grupo de gente. Cuando “Rasu Ñiti” sintió
que ya el final se acercaba, pidió al arpista que tocara.