CUENTO - EL BAGRECICO
(Resumen)
Un
viejo bagre, contaba: - “Yo conozco el mar. Cuando joven viaje a él, y he
vuelto”. Tanto oírlo, un bagrecico le dijo: “Yo también quiero conocer el mar”.
– “Bien. Yo tenía tu edad cuando realice la gran proeza” –dijo el anciano.
Vivían en un riachuelito de la selva alta del Perú. El bagrecico, antes de
viajar, sintió pena por su madre.- “Es muy sagaz – dijo el anciano a la dolida
madre-. Y los hijos no deben vivir siempre en la falda de la madre… Ve a tu
casa, que el muchacho volverá”.
Y el
bagrecico iba nadando con vigor, ora dejándose llevar, ora venciendo al río de
las mil vueltas, con las aletas y barbitas extendidas, ora durmiendo bajo el
amparo de las verdes cortinas de limo.
En
una poza casi muerde un anzuelo. Iba a engullirlo, pero se acordó del consejo
del abuelo:
“Fíjate
bien lo que vas a comer”. Había crecido, su pecho era recio, sus barbas más
largas, su color, blanco con reflejos metálicos. A la altura de un pueblo cayó
en la red de un pescador, entre sábalos, boquichicos, corvinas, palometas y
lisas; pero el hijo del pescador, lo cogió de las barbas y le arrojó desde su
canoa, restándole importancia. El nuevo río, un coloso se unía con otro igual
formando el Amazonas, el río más grande de la tierra.
Durante
una tarde lluviosa, lo persiguió un pez más grande que un hombre para
devorarlo.
El
pobre bagrecico corría q toda velocidad.
De
pronto tropezó con un hueco en la orilla y se ocultó tras él, de donde miraba a
su terrible enemigo que iba y venía y que, felizmente, desapareció.
El
río era allí muy ancho e ingresaba retumbando en el mar:
“¡El
mar!- se dijo emocionado- ¡El mar!”
Lo
vio esa noche como un transparente abismo verde. El retorno a su hogar fue
difícil… estaba tan lejos. Ahora tenía que surcar los ríos, lo cual exigía
mayor esfuerzo.
Un
hombre en una orilla encendía la mecha de un cartucho de dinamita. ¡No había
escapatoria! Pero ocurrió algo inesperado.
El
pescador, creyendo que el cartucho iba a estallar en su mano, lo soltó
desesperadamente y se internó en el bosque. Su alegría se dilato cuando, al
fin, entró en su riachuelo natal.
El
bagrecico, loco de contento, nadaba en zigzag, de espaldas de costado, se
hundía hasta el fondo, sacaba sus barbas de las aguas, moviéndolas en el, aire…
Pero
ya no encontró a su madre ni a su abuelo. Nadie lo conocía. Todo era nuevo. Y
se dio cuenta de que ya era anciano.
A
partir de entonces, con su voz ronca solía decir, orgullosamente: “Yo conozco
el mar. He viajado a él, y he vuelto”
Los
peces niños y jóvenes le miraban y escuchaban con admiración. Un bagrecico, de
tanto oírlo, se le acercó y le dijo: “Abuelo, yo también quiero conocer el mar”
-“Muy
bien, muchacho. Yo tenía tu edad cuando realice la gran proeza”. Fin
Autor:
Francisco Izquierdo Ríos