RESUMEN:
Argumento del libro "La dama del perrito" de Antón
Chéjov.
Fue
compuesto este cuento en el año de 1899 en Yalta, a orillas del mar Negro,
donde estaba radicado el autor desde el año anterior. Se considera
autobiografía ya que su protagonista, Dmitrri Dmitrich Gurov, se encuentra en
Yalta desde hace quince días, pero su verdadera residencia es Moscú.
Se
sabe que el tiempo que transcurrió en Yalta, se convirtió para Chejov en un
destierro en el cual anhelaba a su capital, pero era consciente de que ya no
volvería más debido a que su enfermedad se iba agravando. Gurov encuentra a Ana
Serguevna, la “dama del perrito”, en Yalta: “Veía pasar a una dama joven de
nediana estatura y tocada con una boina; tras ella corría un blanco Lulú”.
Este
encuentro ocurre como algo casual; pero antes que se lleve a cabo, al narrador
se escapa por un momento del asunto principal, para describir el mundo de
Gurov, en el cual se puede ver sin mucho esfuerzo la vida del mismo Chejov: “no
había cumplido aún los cuarenta años… y ahora su esposa parecía dos veces mayor
que él.
Era
esta una mujer alta, de porte severo y glacial, importante y rígida y se hacía
llamar haci misma intelectual “. Encontrarse con ella, Ana Serguevna encanta
por su aire de prolongada tristeza.
Una
aventura ocurre entre los dos, con todos los eventos que implican este tipo de
relación: la previa amistad, las confidencias mutuas, etc. Van al hotel donde
ella se hospeda. Vienen luego los sentimientos de culpabilidad de Ana por su
conducta indigna. Nuevos encuentros se suceden.
El
vínculo que une a la pareja es tímido, distraído, muestra a los ojos del lector
un afecto profundo e irremplazable. Los escenarios del idilio son tenues,
leves, bordados por la tristeza, otoñales como son los protagonistas, cuyo
sosiego se ilumina con el resplandor del amor final que Chéjov presenta como
exiguo, pero que es, en últimas, lo único que poseen.
Todo
bajo una atmosfera opresiva y angustiosa de lo cotidiano, como representación
de la desdicha que asecha a una pasión real. El constante que se observa entre
el paisaje de neblina y los personajes es como una evocación, un canto de poder
del amor; el último homenaje de un escritora para con las sensaciones más
elevadas.
La
vida mata las ilusiones juveniles.
Demasiadas
veces los hombres se reconocen en sus propios fracasos. Pero sola una sola
emoción le es dable saborear al hombre en su madurez y senectud: la capacidad
de amar de manera mínima, pero como un prodigio capaz de redimirlo de cualquier
fracaso.