No lejos de su palacio había una aldea por la
cual pasaba el hidalgo siempre que salía de caza. Entre los pobres aldeanos se
contaba un hombre llamado Janícula, que tenía una hija de quien se decía que
era “la más bella bajo el sol”. Respondía el nombre de Griselda y era tan
obediente y trabajadora como hermosa. El marqués se admiraba de su belleza y,
teniendo en cuenta los deseos sus vasallos, decidió convertirlo en su esposa.
Señalo
incluso el día de la boda, pero llego la fiesta de esta sin que nadie conociera
a la novia.
Se
llevaron a cabo todos los preparativos para la ceremonia de las bodas; se
confeccionaron vestidos suntuosos, se eligieron preciosas joyas para engalanar
a la que sería nueva señora del marquesado y se repartieron numerosas
invitaciones para la fiesta. Por fin, salió del palacio el cortejo, al frente
del cual iba el marqués, y se dirigió en busca de la novia.
El
noble condujo la comitiva a la aldea y vio, al llegar a ella, que “Griselda”
estaba atareada en los quehaceres domésticos. En el preciso momento en que se
disponía a sacar agua del pozo el marqués se detuvo ante la puerta; la llamo
por su nombre (lo que casi la hizo desmayarse) y le pregunto dónde estaba su
padre. Griselda contesto que se hallaba en el interior de la casa y corrió a
avisarle.
Después
de conferenciar unos instantes con el aldeano, el marques propuso a Griselda
que fuera su mujer pero con la condición de obedecerla en todo. La joven repuso
que no creía digna de tan alto honor, aunque si él lo deseaba estaba
pronta a obedecerle.
El
señor la tomo de la mano, y sacándola de su humilde cabaña, dijo a sus
vasallos:
-
Ved aquí a mi esposa; honradla y amadla como me amáis a mí.
Pusieron
inmediatamente a Griselda ricos vestidos, con los que apareció más hermosa que
nunca, el marqués hizo que montara el magnífico corcel que llevaba para ella y
la comitiva se encamino al palacio, donde se celebró la boda y el banquete.
Gualterio y su mujer vivieron felices durante algún tiempo. Griselda supo
captarse la simpatía de cuantos la conocieron en el marquesado y fuera de él.
Llego el momento en que Gualterio quiso probar su obediencia. El matrimonio
había tenido una linda niña. Un día anuncio el marqués su esposa que sus vasallos estaban muy
disgustados por culpa de ella, pues no había tenido hijo varón, y que debía ser
separada de su criatura. Griselda obedeció a la imposición del marqués,
convencida de que no volvería a ver a la
niña. Después, cuando Dios les concedió un hijo, tuvo que consentir también en
separarse de él.
Poco
más tarde lo hecho en cara su humilde origen (a pesar de que su conducta era
intachable y hubiera podido enorgullecerse de ella cualquier persona destinada
a ocupar una posición brillante en el mundo) y le dijo que debía regresar a la
casa de su padre para que ocupase su lugar otra mujer con quien pensaba casarse.
Griselda se sometió a esto como se había sometido a todo lo demás.
La
crueldad del marques indigno a los vasallos, que amaban de veras a su señora;
pero cuando la nueva esposa llego a Bolonia con su hermano y comprobaron que
era más joven y hermosa que Griselda, creyeron que su señor había obrado
acertadamente. La obediencia de Griselda sufriría pruebas más duras aun, porque
el marqués le ordeno, con el pretexto de que solo ella sabía cómo se
practicaban aquellas ceremonias, que fuese a recibir a los recién llegados.
Vestida con traje de aldeana, Griselda fue al palacio a cumplir la orden de su
esposo. Todos los invitados se preguntaban quién sería aquella humilde y bella
dama que se hallaba tan al corriente de los honores y reverencias. Finalmente cuando
la fiesta estaba en su apogeo, el marques llamo a Griselda y le pregunto en
tono de broma que le parecía su nueva mujer.
-Muy
bien, señor-contesto Griselda -. Rezare a dios para que le conceda todo género
de mercedes y prosperidades.
El
corazón de Gualterio se conmovió al convencerse de que la paciencia de su
esposa no tenía límites.
-¡ya
basta, Griselda mía!-exclamo-. No temas nada. Ahora veo, amada, tu obediencia y
tu firmeza.
La
abrazo estrechamente y procuro consolarla de sus anteriores penas. La informa
asimismo, de que la nueva esposa a quien había ido a recibir era su propia
hija, y que el joven que le acompañaba era su hijo. Los había enviado a
Bolonia, donde se habían educado en el mayor secreto. Griselda se puso su mejor
traje y sus joyas más lujosas y hubo ene l palacio gran número de fiestas. La
felicidad reino como única soberana durante el resto de sus vidas.